domingo, febrero 17, 2008

Preguntas a Mario Bojórquez sobre El Premio de Poesía Aguascalientes


Mario Bojórquez sobre El Premio de Poesía Aguascalientes*

Por Iván Cruz Osorio y Gabriela Astorga
¿Consideras que en el formato actual del Premio Aguascalientes se premia al mejor libro o a una trayectoria?

Para hablar del formato actual, primero tendríamos que hablar de los premios. Cuando existía como juegos florales de la feria de San Marcos en Aguascalientes, se premiaba un poema o una serie de poemas, pero no necesariamente un libro; esto se correspondía con la tradición del momento, estamos hablando desde 1931 hasta 1967. Era la forma de premiar, no solamente este premio, había muchos otros. En 1967, cuando está ganando el poeta José Carlos Becerra, con un material como Relación de los hechos, ya muchas cosas habían cambiado. Entonces se consideró necesario construir un premio, que además tuviera la característica de premio nacional. Es cuando premian al poeta Juan Bañuelos. Yo creo que lo que se premiaba era un libro. Aquí hay un cambio fundamental respecto de cómo se entendía esa convocatoria, y de la importancia de estas nuevas maneras de comprender la escritura poética: ya no se valoraba un poema, sino que se valoraba una serie de poemas, es decir una obra completa, una obra en plenitud. A mí me llama muchísimo la atención que al poeta José de Jesús Sanpedro le otorgan el premio cuando apenas tiene 24 años, después de que el premio lo habían recibido poetas de mucha mayor edad, pienso ahora en Bañuelos, en Pacheco, y de pronto gana un muchacho. Creo que ese es un mensaje hermosísimo para los que nosotros vamos a hacer ahora; porque, ¿qué es lo que se está premiando allí? Un trabajo completo de calidad, independientemente de la edad, independientemente del nombre. Luego vimos 40 premios hasta el día de hoy donde se han premiado libros. Creo que esto se corresponde también con las épocas, es decir, los temas que se van premiando a lo largo de 40 años, las formas de escritura que se van premiando corresponden con el gusto de estas épocas. Pienso en un libro como El cardo en la voz, de Jorge Esquinca, que va a marcar una manera de escritura por todo el país; todos sus alumnos siempre menores que él, pero su libro es un libro fundacional, es un libro que durante toda la década de los 90 permeará en todo el país una forma de ver las cosas, una forma de escribir. Creo también que esta forma de escritura ya está en declive, y que difícilmente habrá nuevos prosistas que puedan generar tanta maravilla como generó este libro en el año 90. Yo creo que se premia un libro en Aguascalientes, no se premia una personalidad, puesto que es un libro que se otorga por seudónimo, y no puedes jamás saber quién está detrás de ese seudónimo. Creo que se premian estéticas también, formas de escritura que se corresponden con las visiones de los jurados; puede ser que los jurados tengan cierta predilección por temas, por formas de escritura, por tradiciones, y si encuentran un libro que tiene esas características desde luego será premiado. También pueden arriesgarse estos propios jurados a decir: mira aquí hay maneras que no conocíamos, intentaremos premiarla, aquí hay un tema que nos parece interesante. Pienso, por ejemplo en el caso de Dana Gelinas, la ganadora del premio el año anterior, donde ella está colocando un tema que no había sido trabajado por la poesía mexicana; entonces el gusto de la época dice: bien intentemos, arriesguemos este camino. Y qué felicidad que se pueda hacer eso, eso le da oportunidad a muchos poetas de hacer sus proposiciones lo más originales posible. Hace un momento decíamos que no necesariamente el libro ganador del premio es el mejor libro de México. Especialmente en un premio como el Aguascalientes están participando 200 libros, de los cuales 20 son excepcionales, que van a ser publicados y que seguramente ganarán otros premios, o bien intentarán el Aguascalientes en otro momento. Desde luego no creo que sea el mejor libro, pero sí creo que de algún modo representa cada libro ganador de Aguascalientes un momento en la historia de la poesía mexicana. Creo que me puedo detener con toda seguridad en libros fundamentales como La zorra enferma, de Eduardo Lizalde; No me preguntes cómo pasa el tiempo, de José Emilio Pacheco; Música Solar, del poeta Bartolomé, que están cargados de lo que en la calle está ocurriendo. Por eso a mí me parece que, en el caso de El deseo postergado está también representando eso: una recuperación de la tradición de la poesía mexicana, ya no hispánica solamente, sino con valores muy concretos, y valores vivos de la poesía mexicana. Estamos hablando de los poetas Alí Chumacero, Rubén Bonifaz Nuño, y Eduardo Lizalde, que son poetas de México, y que están incidiendo sobre lo que nosotros queremos hacer en poesía. Cuando se premia este libro se está convocando a toda esta gente que está vinculada con esta manera de hacer. Es muy probable que el año siguiente se premie un libro que no se parezca a este, pero que también represente una forma de entender la poesía mexicana. En ese sentido, sí creo que los libros premiados están representando movimientos generacionales, espirituales, intelectuales de la forma en que la poesía se va entendiendo en el país; y si eso se logra, para mí es maravilla.

¿Consideras, entonces que se puede hacer una radiografía de la poesía mexicana durante estos 40 años a través del Premio Aguascalientes?

Creo que puede ser una guía, por supuesto, hay libros que fueron fundamentales y que no fueron premiados en el Aguascalientes; hay autores que seguramente nunca han enviado al premio, pero que siguen siendo fundamentales. Pienso ahora en un libro al que luego no se le pone atención, pero que para mí es un libro muy hermoso, se llama Al margen indomable, de Luis Cortés Bargalló. Yo no sé si él intentó alguna vez el premio Aguascalientes, pero es un libro muy valioso, que muchos de nosotros debemos leer, y que creo que no ha recibido un premio, no sé si ha recibido reseñas o comentarios en periódicos y revistas, pero es un libro que a mí me llena de gozo. De pronto, el poeta Luis Cortés Bargalló tiene amigos mucho más famosos que él, que ganan premios, reconocimientos, y cuya obra no está a la altura de este diamante que él produjo.

Dentro de estos ganadores, ya has mencionado algunos, ¿qué otros destacarías?

Muchos, muchos. Pienso ahora en Héctor Carreto y esta recuperación del epigrama, es deleitoso, divertido, inteligentísimo, tiene la palabra filosa para hacer el corte donde debe hacerlo, uno goza leyendo su poesía. Pienso en Jorge Fernández Granados que es un personaje importantísimo para mi generación, un hombre que ha tenido una integridad mayúscula en el caso de la crítica de la poesía, al mismo tiempo que una obra eminentemente remarcable; es un personaje de mi generación a quien respeto y que afortunadamente hora el premio me permite poderme contar entre sus colegas, y hacer juntos un trabajo que va a tener frutos muy interesantes en los próximos años. Francisco Hernández, poeta que también representa una forma de entender la poesía mexicana, es decir, detrás de Francisco Hernández y de sus libros hay una tribu de lectores, una forma de comprender la poesía, de comprender el erotismo en la poesía, los abismos del alma, las formas de la autodestrucción, lo fantasmas, los demonios íntimos que todos tenemos. Francisco representa como nadie este tipo de comprensión de la poesía. Coral Bracho, que también instaura una manera de escritura no vista en México en muchos años, y que también genera otra estela de escritura, cuyos alumnos no me parece que la hayan superado aún; instaura una manera muy novedosa, distinguida, muy original de enfrentar el texto poético, que todavía sigue dando frutos importantísimos.

Ahora El deseo postergado forma parte de los libros premiados, y como tal, se seguirá leyendo, quizá más que tus libros anteriores. ¿Tú crees que este libro hace suma de tus búsquedas, que representa el resto de tu obra poética?

Yo creo que lo más difícil para un poeta es que este trabajo se hace en la soledad del cuarto, nadie te ayuda, y nunca sabes si eso que tú estás produciendo va a encontrar una repercusión o una representatividad en la realidad. Yo creo que ese es el gran asombro que el poeta puede tener: cuando uno ha nacido en Sinaloa, que no es ni siquiera por mucho el primer estado fuera de la Ciudad de México, que en materia de cultura culta se pueda reconocer; cuando has nacido en un pueblo de ese estado, no naciste en la capital de estado, y tu camino ha sido voluntad y pasión durante muchos años, no sabes de qué forma tus palabras van a tener una repercusión en el corazón de los otros. Si eso ocurre, es la mayor sorpresa que te ganas: yo produje algo que a los demás les dice alguna cosa, que les ayuda a comprender quiénes son. Hace un momento decía que cada uno de los libros respondía a visiones particulares que uno tiene, a preocupaciones, a nociones. Cuando escribí El deseo postergado ya tenía libros que habían resuelto preocupaciones técnicas, formales; cuando llego a El deseo postergado no tengo ya tanto esas preocupaciones, el gran problema a resolver es un asunto que tiene que ver con mi corazón propio, con quien soy yo. Con estas herramientas recuperadas o hechas mías en los libros previos yo dispuse mi corazón para resolver este problema que es el problema de la miseria humana, la noción de que nunca vas a alcanzar lo que quieres, de que siempre lo que deseas va a acabar un poco más allá de tus manos, o un poco más acá y que no lo percibiste, a veces tu deseo queda detrás de ti y ya no tiene importancia. Era un asunto complejo lo que yo tenía que tratar: cómo el hombre vive con monedas falsas, paga su destino con monedas falsas, vive en el cobre de la realidad creyendo que está viviendo el oro de su realidad, y no lo percibe, es decir, continúa en su vida diariamente sin comprender que no ha vivido como quería realmente. No era sencillo, entonces me ayudé de esas herramientas que ya tenía más o menos aceitadas, y decidí que esta poesía tenía que ser un homenaje a los grandes poetas de México. Ya los mencioné Alí Chumacero, Rubén Bonifaz Nuño y Eduardo Lizalde, espero que se vean allí recuperados en algún momento. Es también un mensaje a mis compañeros de barco, que tienen mi edad o edades menores a la mía: señores volteemos a ver a estos poetas, ellos todavía tienen muchas lecciones que darnos. Alí Chumacero que tiene 50 años sin publicar un libro, estamos ya en otro siglo, y él es un poeta vigente, importante, leído y querido por sus contemporáneos, por los que estamos con él viviendo; rompe su silencio cada 10 o 20 años con un poema, con unas cuartillas, pero él sabe que su obra fue hecha con conciencia, es una obra inmarcesible, que ya no la va a borrar el tiempo. Pensemos en este jovenzuelo que es Rubén Bonifaz Nuño ocupado en traducir a Homero, a 3000 años de distancia, al español mexicano, directo; si no tienes corazón y juventud no podrías hacer un proyecto así. Yo veo a Don Rubén, un poeta que conoce todo el estamento de la cultura clásica, pero que también conoce la cultura popular mexicana, y hace un entramado maravilloso entre Minermo o Arquíloco y José Alfredo Jiménez; él nos dice cómo ser eminentemente cosmopolitas, internacionales, universales, y locales al mismo tiempo, sin perder un gramo de prestancia, prestigio o decoro. Lizalde, que es otro personaje importantísimo que no aparece en Poesía en movimiento, que en 1970 publica El tigre en la casa y renueva todo el discurso amoroso: la amada, es decir, la perra, es la misma cosa, nunca antes en la poesía mexicana alguien había hablado de su amada en esos términos, con esa fiereza, con esa contundencia. Lizalde es un conocedor de toda la retórica, que la pone al servicio de la modernidad, al mismo tiempo que se burla de ellos, los utiliza como debe ser. Ahí hay lecciones importantísimas que hay que aprender, quien no quiera verlo, qué lástima. Yo sí quiero verlo, y quiero invitar a mis compañeros de vida en este período de la poesía mexicana, a través de El deseo postergado. Otro personaje, Francisco Cervantes, para quien también es un homenaje, es otro poeta singularísimo, es eminentemente original, poeta muy extraño, que implica cierta formación crítica y de poesía. Es también una invitación a los poetas mexicanos a que lean a estos poetas, que no pasaron por aquí sin dejar sombra, dejan una estela. Yo trato de ser honesto con estas influencias, y trato de ser honesto con mi momento de escritura.

¿Crees que de alguna forma el Premio Aguascalientes sirva para legitimar una obra?

Desde luego que un premio de estas características asegura ciertos caminos de distribución, de recepción de tus materiales que uno no puede evitar observarlas. Estar publicado en una colección como Lumen es un gran honor para un poeta. Creo que soy el único mexicano que ha salido en Lumen hasta ahora, y tus colegas ahí son Walt Whitman, Emily Dickinson, Ted Hughes. Lo más mexicano que tenemos ahí creo que es Don Juan Gelman, porque vive aquí en México. Antes se publicaba el libro en la colección Las dos orillas, de Joaquín Mortiz, que con los cambios que ha sufrido y pertenece ahora a un gran consorcio de editoriales, no tiene interés en la poesía. Eso te va a asegurar una distribución mayor, una colocación del libro entre el público al que tú quieres llegar, eso es una forma de legitimación. Yo no creo que legitime una obra, legitima más bien a un personaje. Además de que te da la gran alegría de que tu obra pueda dialogar con estas obras que has admirado, que has leído hasta la saciedad, que has vuelto sobre ellas para recuperar el sonido. Pienso en José Javier Villarreal, un poeta del norte; cuando te dicen tu obra El deseo postergado puede dialogar con Mar del norte, uno dice: bien, yo a ese poeta lo admiro. Hay por supuesto otros poetas que no son de mi gusto, que están en el premio, pero a los que comprendes desde esta perspectiva: no todas las formas de leer poesía mexicana son las tuyas, hay otras maneras de conocer estos procesos, y qué bueno que estén representadas ahí. Por eso sí, creo que ayuda bastante el premio para que estas literaturas logren su fijación. Si El deseo postergado representa algo, y junto con él los libros anteriores, puede fijar de un modo remarcable en la historia de la poesía nacional esta obra, creo que está muy bien hecho. Creo que es la mejor respuesta a tu esfuerzo, si el Premio Aguascalientes sirve para que junto con El deseo postergado se pueda leer El diván de Moravia, Contradanza de pie y de barro y Pájaros sueltos, excelente. Pero además, si El deseo postergado sirve para que otra vez leamos a Rubén Bonifaz, a Francisco Cervantes, Alí Chumacero, y otros poetas como Abigael Bohórquez, pues entonces el premio no sólo legitimó un libro y a una persona, sino que legitimó una forma de leer la poesía en México.
*Entrevista publicada en el número 10 (diciembre 2007) de Viento en vela.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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