jueves, abril 19, 2007

Generación de los párpados eléctricos (de Roberto Bolaño)


Roberto Bolaño. (Santiago de Chile, 1953)

Generación de los párpados eléctricos /
Irlandesa no. 2 Constelación Sanjinés*

ese halo de luz naranja pudo haber sido una gran poeta
esa muchacha que estudia el último semestre de Biología y cena
en el Maxim’s del subdesarrollo y fornica a la medianoche
en un edificio de cristal y vomita en la madrugada con sudores
pudo haber sido una gran poeta
pudo haber sido una amazona y pudo galopar en cierta manera
libre hasta que la hubieran derribado de un balazo entre los senos
—esa mujer que vive con su esposo un paisaje de barrios cercándolos
agradable monotonía de los desayunos americanos
envejeciendo irremediable entre la dureza del lirismo nazi
y sagas que cantan nuevas juventudes —chicos picados de viruela
o atomic morphine
esa mujer que llora en el laboratorio mientras las calles
arden y yo caigo, pudo haber sido una poeta
estamos muertos, nosotros somos los muertos
se oirá en esos días
su cuerpo blanco se mecerá se mecerá
mientras un falo va abriendo su vagina se mecerá se mecerá
sus ojos serán un desierto
—dios mío, sálvate
esa mujer de 30 años nunca tendrá un hijo, esa mujer
de 35 años irá al supermarket con un vestido de flores azules
—¿pero venderán mis poemas en la sección libros
y mi carne destazada en conservas, en verduras,
en ropas-para-el-invierno?
Esa mujer de 40 años blasfemando y riendo incrédula
mira, se acabó la menstruación, se acabó
oh multitudes de los grandes funerales niños de los grandes
acontecimientos deportivos muchachos de las futuras
concentraciones en campos rock
una nube roja se fragmenta por ustedes
esa mujer detenida en una silla
sin duda recuerda por última vez a su primer compañero
—los adolescentes de diamante
y aunque su psicoanalista, su esposo, la esposa de su psicoanalista
y su madre conversen sobre la pacificación de los días
la desaparición de la peste
ella siente
que los motines volverán que la han vencido
esa vieja ocupada en su manicomio
sintiendo próxima su muerte y que en realidad
quisiera volver atrás, a una verdadera cama
ese halo de luz naranja que se apaga
sin alegría ni sufrimiento
pudo haber sido una gran poeta
la más amorosa
amada
mía




(Publicado por primera vez en Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. 11 jóvenes poetas latinoamericanos, México: Editorial Extemporáneos, 1979)
*Poema publicado en el número 5 (septiembre 2006) de Viento en vela, dedicado al Infrarrealismo.

miércoles, abril 18, 2007

Entrevista a Marco Lara Klahr sobre el Infrarrealismo


Marco Lara Klahr sobre el Infrarrealismo*

Entrevista por Iván Cruz Osorio (ciudad de México, 1980)

Reconocido como uno de los periodistas mexicanos más relevantes por su integridad y compromiso con la tarea de búsqueda de las razones o sinrazones de la noticia, Marco Lara Klahr (ciudad de México, 1962) hacia finales de los años 80 conoce al poeta infrarrealista Mario Santiago en el periódico El Financiero. Con Mario Santiago iniciaría la editorial Al este del paraíso, la cual publicaría a varios poetas infrarrealistas y se reconocería como la editorial de ellos. En la presente entrevista Marco Lara Klahr aclara el manejo de la editorial, la última época en la vida de Mario Santiago y nos da nuevas luces sobre el fenómeno del Infrarrealismo.

Iván Cruz Osorio: ¿Cómo conoces a Mario Santiago?
Marco Lara Klahr: En 1987, yo entré al Financiero, y voy a decir muchas cosas que a los propios infrarrealistas les pueden molestar porque Mario Santiago tenía muchas facetas, es decir, no era sólo el poeta maldito sino era un hombre que tenía muchas otras cosas que podían hacerlo parecer más como un pater familias, en algunos casos. En 1987 yo entré al Financiero, y él trabajaba ahí como corrector en la mesa de redacción, yo también. Era alguien que, por su aspecto, la propia gente de la redacción rechazaba terriblemente, y yo lo veía en los baños echarse un trago en su anforita, y a mí eso se me hacía muy interesante, se me hacía genuino.
I. C. O: ¿Cuál era su aspecto?
M. L. K: Mario Santiago era un hombre que bebía muchísimo, era alguien que tenía aspecto de alcohólico. Tenía marcas en el rostro, tenía los ojos siempre faroleados (redondos) porque siempre traía un pegue o un toque encima, tenía un bastón y cojeaba, tenía el cabello ralo. Hablaba muy fuerte, tenía unos bigotes prehispánicos. Era muy moreno, tenía la nariz de alguien que ha recibido golpes. Además tenía aliento alcohólico permanentemente. Era alguien, que en la lógica burocrática de una redacción, de inmediato era visible y rechazado, y a mí se me hacía alguien muy interesante.

I. C: ¿Entonces a partir de esto conoces el infrarrealismo?
M. L: …Me parece que mi contacto, mi fascinación con Mario era una amistad mutua, y yo digo que era una fascinación mutua porque yo era más joven que él, obviamente, mucho más joven que él; porque mi posición era muy abierta con él desde el principio, es decir, no era ni de rechazo ni de amabilidad excesiva sino era una actitud de querer ver quién era este cuate, yo no sabía ni quién era, ni que era infrarrealista. Yo me acuerdo que en El fogonazo, que era un bar que estaba en Lago Bolsena íbamos a beber, y él a veces estaba ahí con amigos bebiendo. Una vez estaba yo en el bar y lo saludé, le dije ¿cómo estás poeta? ¿por qué no nos enseñas algo de lo que has hecho?, entonces él me dijo ¿me invitas un trago? Se sentó y estuvimos platicando. No lo volví a ver en meses. Un 22 de diciembre me llamó, yo creo que del 88, y me dijo ¿No quieres venir a mi casa a beber? Le dije: Sí, claro. Estuvimos ahí tres días, bebiendo, fumando mota; tomamos todas las caguamas, todo el vino tinto, todo el aguardiente, tenía un aguardiente colombiano anisado muy bueno que compraba en estas vinaterías… muy bueno. Vino tino y ron, todo, fumando cigarros sin filtro, oyendo a José Alfredo Jiménez, leyendo poesía, él leyendo poesía. Como tú sabrás o no sé si sepas, él escribía, habitualmente, no digo que siempre, pero escribía en círculos en torno de las hojas de los libros o de las revistas o de cualquier publicación, en los bordes blancos; son muy bellos.

I. C: ¿Cómo surge la editorial Al este del paraíso?
M. L: Durante muchos años, Mario y yo repetimos esas borracheras, muchas veces eran borracheras que acababan mal, acababan en pleito, en insultos, en ofensas, en gritos o en carcajadas, porque nos queríamos mucho. Era alguien muy ofensivo, yo también era muy ofensivo. Oíamos mucha música. Después me visitó mucho. Era una gente increíblemente cálida con mis hijos, pero en unos niveles que yo no he vuelto a ver en mi vida, era verdaderamente cariñoso con mis hijos. Me visitó mucho, caía inesperadamente o me llamaba o me dejaba un avisito ahí en la puerta de que llegó. Fuimos haciendo una amistad, yo digo que entrañable. Nos íbamos a emborrachar, a beber a los bares. Otras veces lo hacíamos en su casa del Lago Bolsena, porque vivía a una cuadra, prácticamente pasando la calle del Financiero, después se mudó a Tlatelolco, y seguimos viéndonos.
Una de las cosas que consolidó nuestra relación fue que, a diferencia de las relaciones que él tenía, que eran relaciones en el mundo de los poetas y de la burocracia, porque conocía a mucha gente de la burocracia cultural y del establishment, una cosa que le pareció muy importante y que le generó un nivel de confianza fuerte es que yo mil veces le insistía: güey es que tienes que ordenar esto, sistematizarlo y sobre todo asegurarte de que se conserve, si tú te quieres morir, muérete, pero esto tiene que quedar. Él ya había tenido unas experiencias feas, no recuerdo bien ahora, pero ya había tenido experiencias de gente que no había cumplido acuerdos de publicarle algún libro, se había expropiado algún tipo de original; y ya una mujer que él tuvo, que fue Carolina Estrada, había tirado un costal, según me platicó Mario, con poemas, lo había quemado. Yo sentía eso en él, y yo siempre he sido muy cuidadosos con eso, sobre todo no parecer ni ser gandalla con el trabajo de los demás; como yo sentía que él tenía ese temor, yo le decía: güey, coge todo esto y llévatelo a mi casa, y tú siéntate en la computadora, y tu mételo en este disco, y tú te llevas el disco, o sea, te sientas, trabajas el tiempo que quieras y te llevas tu pinche disco güey, yo no tengo nada que ver, si quieres yo te puedo ayudar después a corregir, a revisar, o lo que quieras. Lo hizo, durante meses estuvo yendo a mi casa, y yo lo dejaba ahí: se sentaba, se ponía a meter a la computadora, hasta que metió todo, era muchísimo. A él le parecía que eso era muy buen gesto. Lo empezó a hacer, y parte de ese trabajo es el que está, de hecho, yo creo que el único trabajo que hay de él inédito es el trabajo que hicimos en esa época, que me acuerdo que yo probablemente le ayudé un poco a meter eso. Pero en todo caso el único trabajo que queda, a parte de unos originales, sistematizado es ese trabajo.
*Mario Santiago (años 70)



I. C: ¿A partir de que él captura sus poemas, surge la idea de hacer una publicación de autor?
M. L: No, no se pensó así. Después, se vino la crisis, el error de diciembre; en general todo ese año del 94, 93, esa época del último tramo del salinismo, el país estaba muy deprimido, uno se sentía de la chingada, el ambiente era terrible. Entonces de pronto un día me rebelé internamente y dije: los políticos sólo nos han hecho agravios, de los políticos nunca recibimos nada, y como vemos seguimos sin recibir y seguiremos sin recibir; ¿por qué tenemos que vivir los seres humanos como esperando algo que jamás va a suceder? Tenemos que prescindir definitivamente de estos cabrones, y lograr que sólo nos dañen lo menos posible, porque sólo recibimos agravios de ellos, es decir, eso es una fatalidad; finalmente, si sólo recibimos agravios de ellos, quiere decir que estamos en cero. Esto me pasó a mí, y entonces le llamé y le dije: necesito hablar contigo, y fui a su casa a las dos de la mañana. Le dije: vamos a publicar tus libros y vamos a publicar otros libros. Pero no los vamos a publicar como quiere la industria o como dicta la industria, vamos a hacer tirajes de doscientos ejemplares, y los vamos a meter por todos lados. Eso hicimos. Esa noche la acabamos, como muchas veces, a insultos, porque él decía: vamos hacer un primer tiraje de cinco mil y se van a vender como congeladas, la gente las va a venir a comprar por la ventana, van a tocar, los van a comprar y se van a agotar los cinco mil. Dije: no, maestro, lo que estás diciendo es un acto soberbio, un acto burocrático. Tenemos que empezar por un lado: vamos a hacer una editorial pirata, que se asuma pirata, vamos a tratar de hacer una editorial que contenga un componente de robado apropiado, y lo vamos a decir, decir: es una forma de resistencia; yo no voy a actuar como actúan los burócratas. Yo voy a hacer doscientos y, si vendemos doscientos, seguimos publicando hasta publicar cincuenta libros, cien pinches libros, de doscientos en doscientos en doscientos. Ya, que la gente lo copie, lo piratee, nosotros qué. Vamos a colocar doscientos. Y vamos a meter los ejemplares del veneno, vamos a hacer una lista de los que los tienen que recibir gratis, cada edición, que les duela el estómago. Esa es la correspondencia del odio, vamos a cultivar el odio. Me dijo: no, que la chingada, que es mi obra. Le dije: es un acto de soberbia, eres un estúpido, eres un poeta light, eres un teporocho light. Nos enfurecimos, él me mentó la madre, yo se la menté, y nos salimos. Al otro día me llamó y me dijo: vamos a hacerlo, yo ya sé todo lo que vamos a hacer: cuánto nos va a costar la inversión, qué circuitos de distribución vamos a establecer, y va a ser un éxito, porque van a ser doscientos ejemplares bien colocados, estratégicamente colocados como si fueran cien mil. Y eso pasó, no estoy exagerando.
Yo había soñado un libro, yo había soñado un formato, esas de moñito, yo las traía en la cabeza, y decía: ¿qué solución? Con esa cosa del moñito y ese formato ¿cómo lo voy a hacer? Yo trabajaba en Donceles, salí y, en una librería de viejo, había un poema, había una plaquet idéntica a la que soñé, de un poeta que había sido diplomático en la época de Cárdenas, Gregorio Pun?, algo así. Ahí estaba: una plaquet amarilla que se leía así, con su moñito rojo; ahí estaba la solución técnica. Entonces ya compramos el aparato para hacer el ojal y todo. Empezamos a hacer muchas fórmulas, yo puse una inversión, buscamos lugares: secretarías de estado, cualquier tipo de lugar donde pudiéramos imprimir deliberadamente como una expropiación de los poetas. Así empezamos a hacerlo. Mis hijos ayudaban a encuadernar. Hicimos más de sesenta recitales, presentaciones, en un año y medio.
I. C: ¿El primer libro que publicaron fue de Mario Santiago?
M. L: Sí, fue Beso eterno.
I. C: ¿En qué año fue?
M. L: Fue en 94.
I. C: En 94 inician ¿y a partir de ese momento editan las plaquetcillas con este formato?
M. L: Sí, la idea es que yo no me metí nunca en decisiones editoriales, salvo cuando juzgué que Mario Santiago estaba teniendo una actitud muy sectaria, porque nunca hablamos de que sería una editorial infrarrealista, eso es importante de decir. Hablamos de que sería una editorial que iba a publicar a quienes nadie quería publicar, eso fue exactamente lo que dijimos. Yo me puse como director general, porque me pareció que era la manera de facilitar cosas. Mario y yo lo decidimos, originalmente íbamos a quedar como codirectores, pero decidimos que él quedara como editor literario. Lo vas a ver: editor: Marco Lara Klahr, editor literario: Mario Santiago Papasquiaro, editor de fotografía: Sandro, que es un buen amigo, que es el que hacía todo el trabajo de serigrafía, y ayudaba a promover, administración: María Hernández Colín, relaciones públicas: Isabel Pérez Cerqueda, que era una mujer que tenía todas las virtudes para meterlo donde queríamos, Marco Lara González, que es mi hijo, ayudaba en la edición, y Laura ayudaba en la distribución, en la venta en las presentaciones, organizar las presentaciones, después también se incorporó a la edición. La idea era hacer una cosa que pareciera, que por lo menos desorientara a la gente y no supieran qué clase de personas eran esas. Pero no surgió como una editorial infrarrealista, sino la idea textual era publicar a quienes nadie quería publicar.
I. C: Yo recuerdo que hay una plaquet del poeta Efraín Bartolomé, quien está fuera de todo esto, ¿publicaron a alguien más que estuviera fuera del infrarrealismo?
M. L: Yo creo que sí, no sé. Guillermo, Julián, Ismael no eran infrarrealistas, que yo sepa. Ismael trabajaba como mensajero en una oficina. Creo que había algunos que no eran infrarrealistas, y que buscamos mucho, como Julián o como el propio Ismael, que eran cuates totalmente outsiders, que eran súper proletarios, sobre todo Ismael. Julián era un hombre con una historia muy dura, con una vida muy dura, pero no recuerdo que fuera infrarrealista, aunque había estado vinculado y aunque tenía el perfil de algunos de ellos.
I. C: ¿Esta editorial se sostenía solamente con las ventas?
M. L: Sí, tenía algunos principios éticos deliberados. No era algo que hubiera surgido como un impulso, como deseo de trascendencia convencional. Primero, la idea era demostrarnos a nosotros mismos que era posible respirar, oxigenarnos, que era posible romper esa atmósfera en la que todo se reducía a la crisis económica, que era algo muy castrante: “no puedes hacer nada porque hay crisis económica”, pero tampoco puedes hacer la guerra, entonces ¿todo lo que te quedaba era la nada y quejarte? No. Eso era el primer espíritu. El segundo espíritu era, sin duda, publicar la obra de Mario, sin duda. Por lo menos te estoy hablando de lo que a mí me interesaba. El tercer espíritu era que Mario tenía un móvil para esta editorial, Mario encontró en esta editorial un sentido de vida o uno de los sentidos de vida; porque, además de disciplinarlo en el trabajo, ganaba un poco de eso, un poco, no digo que de eso viviera, ganaba un poco de eso, veía gente.
Hicimos más de cincuenta recitales, estuvimos en la casa de México, de París, allá fue un poeta, que fue Manjarrez, a hacer una presentación; estuvimos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en Aguascalientes, en Michoacán, estuvimos en un montón de lugares; aquí estuvimos en Bellas Artes, en la Casa Lamm, en la librería Bonilla, en el museo Trotsky, en el Hijo del cuervo, en el X Teresa. Hicimos decenas de recitales y de actos, con música en cafés, como El tapanco de los enanos. Cuando no teníamos dinero, yo contrataba un organillero del centro o un tipo que tocaba con clarinete a los Beatles, los alquilábamos por dos horas, y los llevábamos al recital, mientras estaba el recital afuera estaba el organillero tocando. Hacíamos todo tipo de cosas así.
Y sí, era una editorial autosustentable. Mario vendía muy bien los ejemplares. En librerías los metimos en Gandhi, en Casa Lamm, los vendimos en presentaciones, hubo unos que prácticamente se agotaron en la presentación. La idea de los doscientos ejemplares era tratar de romper este asunto petulante de que los libros se venden o de que la gente tiene la obligación de comprar libros. La idea era, más bien, publicar ejemplares viables para nosotros económicamente, y que llegaran a la gente que nosotros quisiéramos que llegaran, y que después se distribuyeran de otra manera, por otro tipo de vías. Y sucedió, yo conozco a mucha gente que tiene fotocopias.
*Mario Santiago (circa, 1997)

I. C: ¿Tú crees que Al este del paraíso se convirtió en un catalizador en el resurgimiento del movimiento infrarrealista?

M. L: No sé. Yo tengo la hipótesis de que el movimiento infrarrealista no fue tal, pero te estoy diciendo que yo no soy un especialista ni mucho menos, y soy mal lector de poesía. Yo tengo la impresión de que el infrarrealismo eran dos o tres: Mario Santiago, Bolaño y otros dos: un peruano, Bruno Montané. Otros eran más como una especie de adherentes más por una actitud que por un estilo, o más por una posición ideológica o una posición frente a la burocracia de la poesía. Y no sé si lo revivió, porque siempre estuvo. Yo creo que lo renucleó. Creo que Pedro Damián, Roberto Bolaño, Mario Santiago, Manjarrez, Ramón Méndez y otros siempre estuvieron haciendo poesía, pero esto los volvió a nuclear. Hay que entender que Mario Santiago, quien tenía funciones de gurú y actitudes de gurú, de manera sistemática calificaba o descalificaba, incluía o excluía a quienes eran o no infrarrealistas. En una actitud un poco sectaria, caprichosa, producto de sus filias o productos de sus peleas o reencuentros de borrachera.

I. C: En aquel momento publicas a Roberto Bolaño en una de estas plaquets, ¿cómo era esta relación entre Bolaño y Mario Santiago? Respecto de esta posición de gurú que Mario tenía.

M. L: Roberto Bolaño y Mario Santiago hablaban mucho por teléfono, horas, frecuentemente, y se escribían. De hecho yo me carteé dos veces con Bolaño, pero no encuentro esas cartas. En ese tiempo, Bolaño era un hombre que, según recuerdo, se dedicaba a la pizca, y de hecho un día me platicó que se dedicaba a la pizca en la zona rural de Barcelona. Ellos hablaban, se escribían, se mandaban cosas, y sobre todo, yo recuerdo, que manejaban un lenguaje común, que eso es algo muy complicado; generalmente, en ese tipo de relaciones alguien se distancia o, si alguien empieza a encontrar otros caminos o empieza a encontrar el éxito probablemente se distancia. Pero ellos tenían una sorprendente fluidez en la comunicación, se entendían maravillosamente. Probablemente influía la distancia, probablemente si se hubieran emborrachado todos los días como le pasaba con Mario Raúl Guzmán o con Orlando Guillén, hubieran acabado de la greña, porque se peleaba a cada rato con Ramón Méndez y se reconciliaban, con Mario Raúl Guzmán y nunca se reconciliaron. Así vivía, era un mundo de borracheras permanentes, de encuentros y desencuentros todo el tiempo.

I. C: ¿Cuánto tiempo se mantuvo la editorial?

M. L: Unos dos años. Fueron tres años de ensueño, pero dos de producción. Una de las cosas que discutíamos era que yo me negaba a que se convirtiera en una editorial infrarrealista. Yo mismo dije algunas veces que no era una editorial infrarrealista, estoy pensando que quizás eso se debía en parte a mi ignorancia, pero también a mi disgusto de que se convirtiera en una especie de instrumento de una pequeña mafia o de algo que emulara a las mafias, que es algo que siempre he detestado, porque todas las mafias acaban en burocracia. Así que yo mismo dije que no era una editorial infrarrealista, aunque ellos muchas veces hablaban de Al este del paraíso como una editorial infrarrealista.
Trabajamos duro, yo hacía toda la formación, Mario hacía toda la captura de los textos en mi oficina o en mi casa, se sentaba disciplinadamente y tecleaba todos los textos, yo lo revisaba, los comparaba, con mis hijos, yo los formaba, Mario revisaba originales. Me acuerdo que cuando yo llegué con la impresión de Beso eterno, era una tira que tenías que doblar, luego hacerle los hoyos, luego ponerle los ojillos y luego hacer los moñitos, entonces cuando yo llegué con la tira de los forros, Mario lo vio extasiado y dijo: eres Dios. Y lo besó.
Yo me negué siempre a que fuera infrarrealista. Me pareció que era importante que todos trabajáramos, yo mismo obligaba a Mario, le decía: no trabajas, no hay libro. Yo no voy a hacer tu trabajo: tú eres editor literario, es tu pedo. Esta no es una editorial infrarrealista, ni somos una mafia, entonces ve buscando por lo menos un poeta de otra y un infrarrealista, eso yo lo puedo aceptar, no puedo aceptar puro infrarrealista. Así fue como llegaron otros. Y algo más había, había mucha piratería, apropiación de material, de impresiones, y todo se vendía. Cuando algunos libros llegaron a agotarse, yo me negué a hacer reediciones. Mario me decía: vamos a reeditar, por ejemplo, el de Efraín Bartolomé, que se agotó el día de la presentación en el Mamá rumba, de la Roma. Yo le dije que no, le dije: Al este del paraíso es un proyecto efímero, que nació sin futuro, porque nosotros queremos que no tenga futuro, no queremos trascender, queremos desaparecer, queremos hacer doscientos ejemplares para que se queden en algunos lugares de gente que los ame. Y ha sucedido, yo he tenido las experiencias más locas que te puedas imaginar, como encontrar a gente que en otro país tiene esta cosa, en Holanda por ejemplo.

I. C: Y en Internet puedes encontrar que se están vendiendo, y muy caro…

M. L: Sí, pasó lo que tenía que pasar. Yo le decía, somos fuegos fatuos. A mí no me interesa hacerme famoso, no me interesa hacerme millonario, no me interesa lucrar. Me interesa ofender, y con esto estamos ofendiendo; y me interesa resistir, y con esto estamos resistiendo. ¿Quieres otro libro? Busca otro autor. No vamos a hacer reimpresiones.

I. C: Ahora con el boom que fue Bolaño, que realmente desempolvó al infrarrealismo, ¿nunca surgió la idea de reeditar algo de todo esto?

M. L: No, no.

I. C: ¿Son los mismos motivos?

M. L: Sí. Lo que a mí me había parecido pertinente era hacer un volumen con todo Al este del paraíso. Eso lo pensé últimamente. Pero, la verdad es que yo mismo fui el enterrador de Al este del paraíso. Yo me dediqué dos años como obseso, y cuando estaba yo agotado, exhausto; mi economía agotada, no por esto sino por mi obsesión, porque esto fue autofinanciable totalmente entre las ventas y lo robado.
Fuimos a un congreso en Monterrey sobre editoriales alternativas e hice un ensayo sobre qué era Al este del paraíso, ese texto se perdió y yo creo que era algo interesante, porque era una posición política sobre la editorial. Ahí, yo decía que era una editorial informal, ilegal, sustentada con actividades ilegales, y que la persona que tenía los libros tenía en parte productos robados, que era una editorial que no sólo no había pagado impuestos sino que se proponía no pagarlos. En eso residía la posición de Al este del paraíso, en su subterraneidad.

I. C: Entonces, por lo pronto, no tienes ningún proyecto de querer rescatar nada.

M. L: Yo estaba pensando, lo hablé con Rafael Catana hace unos días, que probablemente un volumen con Al este del paraíso valdría la pena. Pero no sé, yo prefiero que sucedan esas dinámicas.
Hay cosas que me preocupan más. Una vez en Lateral, estaba yo hojeándola y con mucha sorpresa encontré un texto de Bruno Montané sobre Mario Santiago. Parece que ahí decía que él estaba preparando una antología para el Fondo de Cultura en España sobre la poesía de Mario Santiago. Pero en todo caso, me preocupó el tono de su texto, que era una especie de pequeño perfil literario sobre Mario Santiago, y me preocupó otra vez la tendencia de los poetas del establishment, porque muchos de ellos se han vuelto poetas del establishmenc, aunque no les guste. Me pareció que estaba presentado una imagen, como decía Mario Santiago: “Muerto el perro, que le hagan manicure a la rabia”, o sea, presentaba una imagen totalmente adulterada, edulcorada de Mario Santiago, y eso me molestó profundamente. Yo le escribí una carta, diciéndole que me parecía tan letal apropiarse o asumir el papel de viuda de Mario Santiago o monopolizar el cadáver, pero también me parecía lamentable volverlo un ser inodoro, insaboro e inofensivo. Mario no era un tipo inofensivo. Mario era un tipo terriblemente ofensivo, terriblemente confrontatorio. Todo él, como Gérard de Nerval, todo él era confrontatorio. Tú veías a Mario Santiago, y molestaba. Irritaba sin abrir la boca. Yo recuerdo gente aterrorizada, tengo muchos nombres en la cabeza pero no los voy a decir, cruzándose la calle del otro lado, saliéndose de un bar, saliéndose de una librería, de un recital, porque llegaba Mario Santiago. Todo él era, en un país racista y xenófobo como este, odiable, absolutamente odiable. Mis propios amigos, mi familia decía: cómo puedes relacionarte con un tipo tan hostil, tan agresivo, con tan mal aspecto. Y lo paradójico es que Mario Santiago era alguien bellísimo, y no estoy haciendo poesía porque no soy poeta. Era alguien muy entrañable, muy leal, y sobre todo era un tipo que tenía una dignidad brutal, no en un sentido vulgar. No era un indigente, por ejemplo, a diferencia de la mayoría de los infrarrealistas, que como indigentes andan en recitales comiendo y bebiendo, pidiendo dinero, tomando ejemplares sin pagarlos para venderlos luego, viendo a ver qué sacan. No, Mario Santiago no era un indigente de la política cultural. Mario Santiago era un ser absolutamente leal, honesto en ese sentido, coherente, que se murió como era previsible.
Cinco días antes, o unos días antes de que muriera, yo lo vi. Él fue a buscarme al periódico, él iba al periódico y entraba, porque yo pedía que lo dejaran subir, había generado una dispersión en la redacción, pero yo le tenía muchísimo respeto y afecto. Fuimos a comer al Café Trevi. Yo le dije: Mario ¿tú ya quieres irte a la chingada, verdad? Me platicó que se había dado un golpe, traía un golpe terrible; había tenido una cantidad de líos terribles, delicados; estaba solo, ya se había separado de Rebeca. Se dio un golpe, se cayó hacia atrás, y traía una bola terrible, había estado varios días inconsciente. Yo le dije: Mario, a ti no te puedo decir nada que no sea como para saber qué quieres de mí. Yo sabía que era perder el tiempo decirle vamos a Alcohólicos Anónimos. Era ofensivo, era obsceno, en el sentido de que sobraba. Le dije: Mario, sólo te quiero preguntar una cosa ¿tú quieres ya terminar o puedo hacer algo por ti? Dime cómo te ayudo. En serio, me dijo, préstame una lana. Nunca lo había hecho. Fuimos al cajero, metí la tarjeta y le dije: pon la cantidad que quieras. Nos dimos un abrazo. En 97, diez años después de que nos conocimos, yo estaba en Chiapas cubriendo algo, si no me equivoco la matanza de Acteal. Ahí me avisaron, creo que él murió en enero de 98.
Este texto de Bruno, que no lo conocí y no tuve contacto con él y mis únicas referencias eran por Mario Santiago, era totalmente distorsionador de la figura ofensiva de Mario. Decía cosas como “maravilloso esposo y padre de familia”. Digo, Mario era un tipo fascinante, pero yo no utilizaría lugares comunes para describirlo.


I. C: Y por otra parte está eso de querer englobarlo en el, ya para mí inofensivo, lugar común del poeta maldito, que ya no dice nada.


M. L: Sí. Él rebasaba con mucho esa visión de poeta maldito, no sólo porque era un hombre con una historia brutal. Hay poemas que hablan de parte de esa historia: sobre la estancia de su hermano en el psiquiátrico, cosas que Mario nunca dejó de platicar con azoro; él tenía una memoria de loco, porque era un loco, entonces la mamá lo llevaba al hipódromo a ganar apuestas, hay cosas así. Pero, además, era un hombre hiperculto, entendido no como una acumulación arbitraria de conocimiento, sino porque había estado en las bibliotecas de algunos personajes en París, en México, recluido leyendo las revistas literarias clásicas de todos lo tiempos. Era de pocos libros, pero cultísimo, sus poemas denotan una cultura vastísima.
Estoy de acuerdo contigo, esta visión de poeta maldito se trata de explotar mucho; concretamente los infrarrealistas, o los que ahora se dicen, los que ahora están incluyendo o excluyendo, quieren explotar esta faceta, como si lo maldito fuera sinónimo de irreductible. Yo creo que no necesariamente. Estoy de acuerdo contigo: no es un poeta maldito. De hecho, hay cosas en la vida personal de Mario, poco conocidas y que, a mi juicio deben conocerse, que hacen que no sea un poeta maldito. Por ejemplo, el hecho de que recibiera una subvención, estoy diciendo algo cabrón, pero es real. Y aquí un dato duro crucial es que la madre y la tía le depositaban cada cierto tiempo una cantidad, que tenía no sólo tarjeta de débito, sino tenía chequera. Entonces en nuestras discusiones, cuando decía que yo no comprendía porque era la gallinita de los huevos de oro, que yo era un burócrata, le decía: y tú eres un teporocho light. Y entonces decía: ¿por qué? Tengo pruebas de que eres un teporocho light. Así se quedaban siempre las discusiones. Esas eran las facetas contradictorias, pero que enriquecen el perfil de Mario.


I. C: Frente a esta visión algo romántica del poeta, y esta otra versión más light, que tú dices, ¿qué se puede hacer? Desde luego, una de las respuestas es ir a la obra, pero no hay obra que ver. No hay ediciones actuales que se puedan mover para conocer la obra de Mario.


M. L: Creo que eso va a suceder con el tiempo, por varios esfuerzos: está esta revista, está lo del Fondo de Cultura Económica, que parece que está en marcha, a lo mejor yo hago algo ahí, hay muchas otras cosas. Creo que no debe preocuparnos tanto eso, como ir haciendo el trabajo de recuperación, no rescate, recuperación documental; finalmente nosotros podemos contribuir a documentar el perfil de Mario. Siempre dije que Mario era un poeta que iba a trascender mucho, y le dije en un momento en que nadie quería saber, ni pronuncias el nombre de Mario; en un momento en que Roberto Bolaño era un pizcador, no existía para la burocracia, ni para la industria mediática, ahora es un ícono, pero antes no existía. Es ese momento tenía la absoluta convicción de que Mario Santiago era uno de los mejores poetas, de los grandes poetas de ese momento; y a mí me parece que si su trabajo se va circulando por las vías por las que ha ido circulando, y genera una capilaridad como lo ha estado haciendo… Yo sé que en la Facultad alguien puso carteles en el primer aniversario. Así tiene que ser: la obra está ahí. Obviamente, hay quienes detentan la obra, como siempre pasa, pero eso sale sobrando. Siempre hay días en los que las cosas salen.

I. C: Hablando un poco al respecto, hay una crítica continua hacia quienes volteamos al infrarrealismo, ¿tú crees que el infrarrealismo, en especial la obra del gurú que es Mario Santiago, es una obra para jóvenes? ¿Únicamente para inquietudes juveniles?

M. L: Depende a qué le llamas jóvenes, generalmente quienes utilizan ese recurso de crítica son quienes piensan que ser joven es la última ocasión que tienes para tener una actitud crítica, responsable y ejercer la libertad. Bajo esa óptica, probablemente. Es una óptica miserable y burocrática. Te voy a poner un poema de Mario, leído por él, y tú me dices si es de jóvenes: es una cosa totalmente estremecedora.

I. C: Yo creo que una cosa que hay que dejar en claro es que de Mario Santiago se habla mucho, pero no se ha leído nada.

M. L: Claro, porque no hay interés. Pero creo que la burocracia habla como siempre, es parlanchina. Lo importante es que generaciones de jóvenes, estudiantes, profesores, la gente vaya descubriendo, indagando. A mi me parece que, finalmente, las insistencias de la humanidad por lo iniciático, por lo críptico, que ahora está explotando la industria, genera dinámicas donde los infrarrealistas y Mario Santiago tienen pertinencia. Siempre se van a quedar, afortunadamente, en ese nivel, probablemente tengan un momento industrial, pero luego volverán a ese nivel. Y eso está bien, porque eso, para mí, es parte del capital de la humanidad. Que así circule la obra de Mario Santiago, que circule en Internet, que circule en revistas, y ahí va quedando un precedente.

I.C: Quizá un riesgo de lo que puede pasar es que, cuando la obra de Mario Santiago se difunda, sea totalmente arropado por lo establecido, y deje de ser estridente.

M. L: Eso es inevitable. De todas maneras la sociedad, la cultura de masas, siempre tiende a dosificar la realidad o a tamizarla. Pero creo que siempre habrá quien vuelva sobre los pasos. Así son los procesos.

I. C: ¿Crees que Mario Santiago dictó algo con su obra?

M. L: Yo creo que Mario Santiago, como todos los personajes con ese perfil: marginales, pero también automarginados, tenía todas las contradicciones del mundo. Una de las discusiones permanentes que yo tenía con él era su manía, su avidez por el reconocimiento. Era muy paradójico porque yo era un reportero, entonces se supone que él tendría que darme las lecciones filosóficas sobre la intrascendencia o de otras formas de trascendencia, y resulta que las discusiones eran al revés. Yo no entendía ese ego desbordado, ese afán por ser reconocido. El hecho de que él llenara las grabadoras telefónicas de Octavio Paz o de Juan Villoro ya denota; el hecho de él tuviera facetas que puedes considerar dobles vidas, no en un sentido peyorativo, es decir, vivir con una actitud y un compromiso de vida impugnatorio al poder, pero a la vez mantener la velita al poder de las capillas. Veía a una serie de personajes que no podías creer en alguien aparentemente tan tan tan reacio al poder y a lo institucional. Mario Santiago era un hombre, como todos, hipercontradictorio en ese sentido. Era un hombre pagado de sí, se sentía genial, de eso no tengo la menor duda, se sentía un gran poeta, se sentía un iluminado, se sentía único, se sentía desdeñado, y no le gustaba sentirse desdeñado, pero capitalizaba ser desdeñado. Es esta cosa de la complejidad humana.

I. C: Sabía jugar el juego…

M. L: Claro. Vendía una imagen.

I. C: ¿Crees que este juego con la trascendencia finalmente le haya salido, mediante su obra, claro, fuera del mito?

M. L: Yo creo que Mario Santiago es alguien, yo soy ateo, pero usando una analogía o una metáfora, yo diría que Mario Santiago era un señalado de Dios, que se sabía señalado de la mano de Dios, que no fue impune a ser señalado de Dios. Son seres a los que les cuesta: lo que son, lo pagan con la vida, y eso los legitima, independientemente de sus errores. A diferencia de los estúpidos burócratas, o de los hampones culturales, de los Fidel Velásquez de la cultura, que trascienden, pero no son legítimos, no hay nada que los legitime, ni siquiera una obra, ni siquiera a veces una obra de calidad los legitima. Personajes como Mario Santiago encuentran legitimidad en el momento en que al ser señalados por la mano divina les cuesta la vida, porque viven todo el tiempo en una especie de juego, en el que están seducidos por la excentricidad. Pero viven los dramas comunes, detestan vivir los dramas que todas las personas vivimos, tienen una actitud de desprecio hacia los dramas comunes, pero terminan siendo absolutamente humanos y los acaba matando su profunda humanidad. Parece que es el caso de Mario.

I. C: ¿Algo más que agregar acerca del desempolvamiento del infrarrealismo?

M. L: No hay que tener desconfianza. A mí me parece que esos booms o esos desempolvamientos denotan una serie de fenómenos combinados que tienen que ver con la industria, que tiene que ver con una gana de jóvenes, o de gente que está buscando y quiere encontrar los libros del Mar Muerto. Siempre estamos buscando, y lo hacemos, porque los seres humanos tenemos algunos rasgos que nos redimen afortunadamente, uno de ellos es la búsqueda o la reivindicación o la recuperación de lo genuino, de lo legítimo. Cuando dicen que es para jóvenes, yo me doy cuenta con mi último libro Diarismo, cuya mayor crítica que ha recibido de los académicos es que es muy didáctico. La respuesta es muy sencilla: si yo quiero contar mi versión del periodismo, que no sean mis cuitas, que sea mi versión intelectual del periodismo, intelectual como humanística y reflexiva. Me interesa apelar a los jóvenes. No me interesa apelar a los académicos, ni a la burocracia, porque ya no leen, es perder el tiempo; los burócratas, los académicos no leen. Yo no sé cómo hacen para sobrevivir en sus huesos, supongo que lo logran lamiendo pelotas. No leen, y cuando lo digo estoy diciendo no que no hagan el acto de decodificar, estoy diciendo ya no encuentran nada. Lo que no encontraron en un momento de su vida, nunca lo van a encontrar. Perdieron totalmente la curiosidad y el entusiasmo de búsqueda. Están muertos y están castrados por las instituciones. Si en esa óptica lo de Mario Santiago puede considerarse algo para jóvenes, pues que chingonería.


*Texto incluido en el número 5 (septiembre 2006) de la revista Viento en vela.

martes, abril 17, 2007

Manifiesto Infrarrealista de José Vicente Anaya



MANIFIESTO INFRARREALISTA (1975)*


Por un arte de vitalidad sin límites



Belleza y arte
La belleza construida en el presente con justificaciones seniles ha nacido irremediablemente muerta, y se encuentra en un ambiente de farándula burguesa que la convierte en un objeto meramente suntuario.
Esa belleza se ha asfixiado entre sus numerosos adornos: extensas disertaciones sobre la pureza de las formas, teorías sobre el color o las palabras “buenas” y “malas” que nada tienen que ver con el ser humano, innumerables panegíricos para los artistas vacuos, ediciones de poesía limitada con la firma del autor en cada ejemplar, cultismo confuso con información tan libresca que las computadores se mueren de envidia.
Y con la muerte de esa señora, toda producción de seudoarte cómplice ha sido afectada. Nunca se habían dado tantos artistas y críticos cuya cobardía clama por el viejo tiempo del presente, y que se arrojan desesperadamente sobre la calavera de la belleza para darle algunos toques de maquillaje, cuya supuesta calidad es atestiguada por los tenebrosos cubículos de las academias, o le cuelgan algunos artefactos de la joyería Morlock...
Tomando en cuenta lo antes dicho, nosotros nos negamos seguir el juego institucional de la “CUL —¿cul no es un prefijo de origen francés?— TURA” que implica la teoría y práctica de los grupúsculos academicistas y sectas reduccionistas que bregan en el poder editorial y que con sus esquemas se vanaglorian de una absoluta corrección sobre lo que “la belleza debe ser”.
Y nosotros no decimos que “la belleza debe ser” sino que LA BELLEZA ES, EXISTE EN EL PRESENTE, está en la vida misma sin restricciones, sin esquemas apriorísticos, sin límites, y por todo esto, INDEPENDIENTE de las instituciones y fuera de los consejos vejestorios y epígonos anatematizantes.
Situación presente.
Esta es la gravedad de nuestro siglo: LA GENTE ESTÁ ENFERMA DE CORDURA Y SENSATEZ.
Todos los conformistas sufren de cordura y sensatez.
La cordura y la sensatez destruyen la imaginación del ser humano y lo reducen a un plano objetual en el que permanece cotidianamente reproduciendo una vida miserable; el individuo es aplastado por su propia impotencia y conformismo para hacer nada:
—los hambrientos dejan pasar el pan frente a sus narices;
—los artistas piensan que el arte se termina cuando los publican o exponen sus obras;
—los amantes se niegan a aventurarse buscando nuevas respuestas al amor;
—los “pensadores” se dedican todo el tiempo a buscar epítetos con los cuales denigrar a sus detractores;
—las corrientes políticas se consideran “Demiurgos” con sus teorías inmediatistas, apráxicas, ante la realidad social;
—y un millón-por-segundo de etcéteras más.
Nuestros contemporáneos en los tiempos que corren se tratan como seres cosificados. Los individuos se abandonan a una autocomplacencia pasiva buscando una tranquilidad que nunca existirá, siendo que el ser humano siempre será el producto de luchas internalizadas e históricas que engloban a toda la sociedad... La mayoría de la gente se refugia en la ideologización y se abandonan a quienes les quitan lo más preciado que tiene el individuo: SU HUMANIDAD... Sólo asumiéndose a sí mismos es que los individuos pueden romper en la práctica a todo sistema manipulador que trate de “regularles” la vida. Todo ser humano que se estime a sí mismo se opondrá a todo control externo, venga de donde venga: religión, “ciencia”, partido político, Estado, psiquiatría, psicología, psicoanálisis, etc.
Los individuos que reducen la vida a su propia simplicidad y pragmatismo no ven más allá de las paredes artificiales que ellos mismos han levantado, este es uno de los modos en que la imaginación creativa es asesinada, sin considerar que esa imaginación es otra prerrogativa de la humanidad de la persona. Por todo lo dicho, los artistas sin límites son necesarios en los tiempos de miseria como el presente.
DEBEMOS ROMPER TODOS NUESTROS NERVIOS porque ya están desgastados, totalmente inservibles, insensibles, y sólo nos mantienen en una situación degradante en la que todos nuestros actos pierden el sentido de lo humano.
EL REINO DE LA FELICIDAD ESTÁ AQUÍ Y AHORA en todo individuo que realiza una praxis humana en la que se reconoce sujeto/objeto, masculino/femenino, negativo/positivo, bueno/malo; praxis en la que ama y lucha, donde crearse a sí mismo significa hacerse y deshacerse en una esencia vital...
Tenemos que actuar en todos los frentes posibles e imposibles de la vida humana. TODA REDENCIÓN ABSOLUTA E HIPOSTASIADA ES FALSA.

Infrarrealismo e infrarrealistas
El infrarrealismo es la espontánea e inesperada aparición de la clave determinante que asalta y destruye todas las reglas que constriñen y retrasan al ser humano y sus manifestaciones. Así, el infrarrealismo es la contingencia que lidia con los significados y cambios que nunca pueden ser previstos por el racionalismo ni siquiera con la ayuda de toneladas de equipos de precisión. El infrarrealismo está aquí, todo lo penetra y viaja en el vehículo de lo inmediato.
Para ser infrarrealista hay que vivir desde ahora en las galaxias de los hoyos negros, lo que significa estar en la vida misma que se comporta y expresa como esas galaxias, donde lo extraordinario sucede cotidianamente, lo imposible es posible y los actos inciden en maravillas inesperadas. Esas galaxias son vistas por los ojos que captan los asombros, son tocadas por las manos que captan delicias y deleitan desplazándose por las texturas vivas de los cuerpos humanos; son vivibles por los movimientos que luchan por la libertad, son una danza en las estrellas; son percibidas por el coraje de vivir, cueste lo que cueste, cada instante auténticamente; se encuentran en todos los combates individuales y sociales que crean las metamorfosis de la vida humana; se oyen en todas las voces, músicas, gruñidos, canciones, sonidos que se configuran en los caminos de las almas anhelantes; son alucinadas en las mentes verdaderas que penetran lo impenetrable con el arte. Quienes las buscan, entran en esas galaxias; el nombre inmediato con el que son designadas no es importante, puesto que dichos nombres son sólo las múltiples formas de nombrar la HUMANIZACIÓN que hacen del individuo un ser completo.
—El infrarrealismo es la multitud de cuerdas que ayudaron a derribar estatuas de opresores como el zar Pedro o Stalin..
—El infrarrealismo es la pistola de Sergei Esenine cuyos disparos recitaron su poema para los Estados Unidos.
—El infrarrealismo es una mandarina cuya cáscara es pelada con los dientes mientras se sigue saboreando.
—Gerard de Nerval es infrarrealista caminando por las calles de París mientras jala con un cordón una langosta.
—Un acto infrarrealista es don Quijote de la Mancha derribando al farsante Caballero de los Espejos.
—El infrarrealismo canta y gruñe, tiene miedo y es valiente, ama y odia, atina y desatina, gana y pierde, se compone y se descompone, se aflige y se serena, ríe y llora, aprueba y desaprueba, pero siempre se conmueve con sus contradicciones, para bien o para mal.
—El infrarrealismo no tiene acciones en fábricas ni en instituciones bancarias y, por lo mismo, no se acongoja cuando los obreros hacen huelga o los bancos son asaltados.
—El infrarrealismo ama sin reservas y no cree en el matrimonio. Le gusta ser aventurero en todo y piensa que las cosas no están hechas sino haciéndose (incluso piensa que muchas cosas están malhechas).
—El infrarrealismo se burla de las alternativas capitalistas que siempre son: “¿coca-cola o pepsi-cola?”
—El infrarrealismo le saca la lengua a la etiqueta, se muere de risa en las conferencias de los letrados, respira al aire libre y no tiene mamá ni papá y es andrógino.
—El infrarrealismo piensa que el llamado “oficio de escritor” es una invención de los literatos que han querido vivir confortablemente del arte, lo que significa un indecoroso comercio de la vida.
—El infrarrealismo es epicúreo, sodomita, hereclitiano, hedonista, narcisista, kantiano, hegeliano, marxista, anarquista, metafísico, patafísico, utópico, existencialista; simultáneamente todo esto y nada a la vez; pero rechaza la reproducción de sectas de il corpore fascista.
—El infrarrealismo no es secta de ningún tipo, no distribuye membresías ni boletos y no elige a sus miembros por ningún mecanismo de mayorías ni de minorías porque para ser infrarrealista basta con ser infrarrealista.
—El grupo de los poetas infrarrealistas no tiene estatutos ni reglas de conducta, puesto que formamos un grupo nogrupo.
—Para el infrarrealismo más vale lamentar que prevenir.

EL INFRARREALISMO EXISTE Y NO EXISTE

José Vicente Anaya
(Publicado por vez primera en edición marginal en la Ciudad de San Francisco, California, por Michael Koch y Elizabeth Bell )
*Texto publicado en el número 5 (septiembre 2006) de Viento en vela.

lunes, abril 16, 2007

Entrevista a José Vicente Anaya sobre el Infrarrealismo



José Vicente Anaya sobre el Infrarrealismo*

por Iván Cruz Osorio (ciudad de México, 1980)

Iván Cruz Osorio: ¿Cómo surgió el Infrarrealismo?
José Vicente Anaya
: Primero, quisiera hacer notar que se ha estado divulgando una especie de modo de atribuirse o comentar que se forma parte del infrarrealismo porque se conoció a Mario Santiago o a Roberto Bolaño. Yo no estoy muy convencido de que eso sea el infrarrealismo, conocer a uno o dos miembros de un grupo de poetas. Yo siempre he insistido que el grupo original somos un promedio de veinte poetas, entonces, por qué se es más por conocer a Bolaño o a Mario, y no por conocer a Víctor Monjarás, por ejemplo, o conocer a Lorena de la Rocha o conocer a Mara Larrosa o Vera Larrosa o por conocer a José Rosas Ribeyro, el peruano, o Juan Esteban Harrington. En realidad, es un poco absurdo contar la historia del infrarrealismo porque se conoce a dos de sus protagonistas, si somos veinte protagonistas.
Creo que lo primero que hay que relatar es la atmósfera que se estaba viviendo en el país y, de hecho, en América latina en 1970 y en adelante que de alguna manera era todo lo que había pasado de los gobiernos dictatoriales de Sudamérica, las represiones en México del 68 y del 72. Creo que ese ambiente de rebelión encabezado por inquietudes de los jóvenes, y aquí englobo no sólo a los poetas, sino también a jóvenes con distintos intereses y sobre todo el plano universitario donde se gestaron todo ese tipo de inquietudes, rebeliones, protestas, es más importante que decir cómo conocí a Bolaño o a Mario Santiago. Todos éramos de alguna manera producto de una serie de sucesos que se habían dado en este terreno, y por ejemplo el caso famoso de Roberto Bolaño que le entró la euforia revolucionaria y según él quiso ir a luchar contra Pinochet, pero totalmente descontextuado, los que estaban luchando eran las organizaciones sociales y los partidos políticos que ya existían en Chile y que estaban siendo reprimidos, encarcelados, asesinados, torturados, y estaba implantado un sistema de terrorismo militar, entonces Bolaño llega y no puede hacer nada. Luego se regresa, pero lo que yo resaltaría es esa actitud de rebelión, de querer cambiar cosas. Yo diría que cada uno de los miembros, este promedio de veinte poetas que formamos el grupo, teníamos una historia particular mucho en ese terreno, en ese sentido.
I. C. O: Tanto Roberto Bolaño como Mario Santiago se dan el título de ser los creadores, los fundadores…
J. V. A
: …y los únicos miembros…
I. C. O
: …los gurús, los patriarcas del infrarrealismo, ¿qué opinión tienes al respecto?
J. V. A: Creo que en esa versión hay una inclinación a quererse autonombrar como los mejores, los únicos, los verdaderos autores; equivocada, es equivocada no sólo por la carga protagónica que hayan tenido ellos dos o la carga ególatra también, sino que es desacertado porque en general las versiones de por qué suceden las cosas, los grupos, los cambios sociales, etcétera, nunca son dos o tres héroes, es una mala versión de la historia contar que hay uno, dos o tres héroes. Si bien es cierto las participaciones siempre son desiguales, no todo el mundo contribuye de igual manera a construir algo. En el caso del infrarrealismo unos escribieron más poesía y otro menos, otros dejaron de escribir, otros continuamos.
I. C. O: Entonces bajo este contexto ¿cómo surge el infrarrealismo?
J. V. A
: Volviendo a mi idea de que había un contexto de rebelión y de inquietudes, yo creo que ese fue el afán principal. Una serie de jóvenes poetas hartos del status quo, críticos de las formas en que se manejaban los grupos intelectuales en México, de cómo se apoyaban corruptamente, porque muchas veces no importaba qué o cómo se escribía sino quién era. Y por cierto el grupo de los infrarrealistas que comenzamos a actuar en esa confrontación inmediatamente tuvimos a toda o a la mayoría de la intelectualidad en contra de nosotros. Fuimos ninguneados, nos impedían publicar en algunos lados, por eso la primera plaquet de poesía se pudo realizar con el apoyo de un poeta español Juan Cervera que simpatizando puso su dinero para la edición, pero no fue la editorial de la UNAM, la editorial Era o Siglo XXI o el Fondo de Cultura Económica, sino algo fuera de lo que estaba establecido.
Entonces creo que habría que acudir, aunque creo que no es suficiente y tampoco es muy claro, a los tres manifiestos, en los tres había puntos en común, una crítica al status quo, una no aceptación de la forma que nosotros considerábamos burguesa de hacer el arte, tampoco esto no quiere decir que estábamos en el terreno aquel de la politización de la literatura en el plano de la llamada poesía comprometida o revolucionaria o comunista o proletaria, era una literatura más vivaz. Creo que recibimos la influencia y las inquietudes de otros grupos de poetas rebeldes, para nosotros yo creo que fuimos la generación que de manera más entusiasta acogió la poesía de la generación beat, los poetas eléctricos de Francia, la generación pop de Liverpool, los nadaístas de Colombia, la hora cero de Perú, y de alguna manera toda una cantidad de poetas latinoamericanos que aparecieron en la revista el Corno emplumado, entonces esas eran nuestras principales referencias. Por supuesto que también fueron determinantes los poetas malditos: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, etcétera; y los empezamos a traducir, Mario Santiago y creo que Bolaño tradujeron parcialmente a algunos poetas pop y algunos poetas eléctricos, yo empecé a traducir a los beat, y nos leíamos entre nosotros nuestras propias traducciones o los libros que escasamente conseguíamos en países de América latina. Eso contribuyó a tener una idea de una poesía diferente a la que se estaba manejando en los medios literarios.
I. C. O: Entonces, surgen como un grupo relegado, como un grupo con afinidades de lecturas, de cánones, ¿qué más había en común entre ustedes?
J. V. A: Creo que tenía todo eso y tenía también el vínculo de las amistades, diría que serían también las afinidades selectivas, la idea de por qué la gente simpatiza mutuamente. Cuando pienso en este grupo, que he llegado a numerar como de veinte fundadores hay casi otros veinte que yo considero simpatizantes, algunos pintores, algunos músicos, en todos estaba la amistad de por medio. Creo que a través de muchos vínculos de amistades fue como entretejiéndose el hecho de conocernos entre todos y toda una serie de conversaciones de gustos compartidos. Creo que fue muy importante una convicción de la poesía en el canto sobre todo en el rock: Bob Dylan, los Doors, los Rolling Stones, los cuales también vienen de esa coincidencia con los poetas antes mencionados, con la generación pop y los poetas beat. Esas fueron las formas en que se iban desarrollando los lazos de la amistad, las lecturas, juntarse en casas a leer en fiestas, fuimos una generación de muchas fiestas. Otras características fundamentales fueron lo lúdico, lo de disfrutar la vida, el amor libre, y la inquietud por otras artes: la música, la danza, de hecho dentro del grupo hubo gente que se inclinaron por la danza, la actuación y otras formas de escritura.
I. C. O: ¿Por qué la existencia de tres manifiestos casi al mismo tiempo?
J. V. A: Los tres manifiestos fueron tres versiones de tres miembros del grupo de lo que caracterizaba al grupo y al movimiento, creo que no fueron suficientemente discutidos, incluso me da la impresión que algunos miembros ni siquiera los conocieron. Por alguna razón no asistieron el día que se leyeron, pero creo que la mayoría tuvo la oportunidad de haberlos escuchado y discutido, pero creo que no fue suficiente. Lo que hay que poner muy claro es que el proyecto, el grupo no profundizó y no se desarrolló, terminó en un momento en que no llegó a una madurez y sólo quedó ese espíritu de rebelión en la obra de muchos que formamos el grupo y en actos, en actuaciones públicas muchas de las cuales hasta la fecha siguen siendo en parte leyenda, hay unas que son mentiras, hay unas que son ciertas, y también siguen siendo reprobadas por gente de la época o incluso de ahora.
La historia de los tres manifiestos es que Bolaño proponía hacer un solo manifiesto, que era él, era su voz, y decía literalmente porque él sabía lo que era el Infrarrealismo, entonces él iba a decir lo que era. Yo decía que no, que todos sabíamos y que todos teníamos una versión o una idea, y yo proponía que cada uno hiciéramos un manifiesto, a lo cual nadie más que Mario Santiago y yo lo hicimos. Pero yo quería que se hablara, se discutiera más, se polemizara al interior del grupo y que las ideas crecieran, aumentaran, de esa manera primero redactando cada quien un manifiesto, y que se reconocieran las propuestas y las ideas. Yo daba un voto de confianza de que todos como poetas teníamos imaginación, teníamos una formación literaria considerable para proponer cosas. En los hechos pasa, como en muchos grupos y proyectos, que no todo mundo acepta el reto de ser constructor y se lanza también a construir, entonces esta ese tipo de gente que prefiere que los demás salgan y digan. En la izquierda se decía que esos eran los seguidistas, los que no tienen ideas y son los que enarbolan a los héroes también, la gente que está a gusto sólo si hay un líder que diga cual es el camino y no se atreven junto con el líder o los líderes a decir, a proponer detalles del camino, incluso otros caminos.
I. C. O: ¿Qué libros ponen en el mapa editorial al infrarrealismo?
J. V. A: El libro colectivo Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, y aunque tiene otra historia la antología que preparó Bolaño con Mario Santiago Muchachos desnudos bajo el arco iris también tenía como libro colectivo esa intención, aunque allí hay creo que cinco poetas que se pueden asociar al grupo nada más; son los únicos libros y las dos revistas que llegaron al número uno, la última que se llamó correspondencia infra. Posteriormente otras dos revistas que son post-infrarrealistas, diría yo, Leprosa y otra que no recuerdo, pero no hay más. Después vienen los libros por autores que tardaron años en aparecer, cinco, siete, diez años después, pero que son de esa época, por ejemplo: dos libros de Víctor Monjaras, un libro de Vera Larrosa, poemas dispersos de Mara Larrosa, un libro de Lorena de La Rocha, y la conexión con la editorial Al este del paraíso que también son libros individuales, y creo que no hay una expresión ya de grupo o de proyecto, se quedan como poemas de la gente que formó el grupo infrarrealista.
I. C. O: ¿Hubo una poética a seguir dentro del infrarrealismo?
J. V. A: Yo lo que creo es que no había una poética, sino muchas, el vínculo que caracterizaba al grupo era la rebelión, la insatisfacción por lo que estaba sucediendo, querer que las cosas fueran diferentes, buscar formas diferentes de vida en el plano personal. En el Surrealismo, por lo menos en los primeros años, puedes ver que hay muchas convergencias, aunque con el paso del tiempo incluso se pueden ver diferencias allí entre esos poetas; sin embargo, la escritura espontánea es una poética que con diferentes maneras las siguieron muchos poetas. Pero en el infrarrealismo no había una idea de poética, hubo muchas formas diferentes de escribir, se coincidía a veces en relatar ciertas cosas, nada más.
I. C. O: ¿Cuánto duró el infrarrealismo?
J. V. A
: Es entre cuatro o cinco años el periodo que yo llamaría el auge del Infrarrealismo, y lo que sí coincide casi simultáneamente es esta diáspora, se fueron del país Roberto Bolaño, Bruno Montané, José Rosas Ribeyro, Mario Santiago, yo me fui a viajar por todo México, entonces soy otro más que se desmoviliza. Y luego hubo gente que en esa desmovilización, en esa pulverización del movimiento se dedicaron a otras cosas. Creo que una excelente poeta del grupo, casi ni mencionada ni en la página web ni en los relatos de los demás, es Lisa Jonson quien escribió bellísimos poemas, pero ella por una serie de conflictos personales y además en confrontación con Bolaño porque fueron novios, renunció no sólo al infrarrealismo sino a la poesía de una forma muy radical y busco su vocación en la biología. Dos de las personas que regresaron ahora al grupo que llamo el revival o neoinfrarrealismo, José Peguero y Guadalupe Ochoa, en el caso de José, se dedicó a estudiar cine, él también se alejo no sólo del grupo sino de la poesía, y Guadalupe Ochoa se fue a estudiar antropología. Juan Esteban Harrington se regresó a Chile a estudiar cine también; Vera Larrosa siguió más interesada en la danza y en el teatro; Víctor Monjarás, a quien he definido como un moderno enciclopedista, es pintor, estudió arquitectura, cine, es poeta, se dedica a dar clases en bachillerato y creo que universidad. Varios de los miembros originales del infrarrealismo tuvimos diferencias directas con Bolaño, principalmente por su actitud autoritaria de querer imponer su criterio personal, Monjarás fue uno de ellos, Harrington fue otro, ellos se separaron del grupo tempranamente. Bolaño, creo que lo escribió en una carta y creo que en Los detectives salvajes también lo escribe, dice que el infrarrealismo termina cuando él y Bruno se van a Europa.
Cuando se está dando esta desmovilización yo decidí viajar por todo el país, a mí me parecía muy apasionante poder conocer a detalle México, cuando digo a detalle debo aclarar que desde andar en selvas, bosques, montañas, desiertos, ciudades pequeñas, pueblos, barrios bajos, ciudades grandes, fue el periodo en que escribí Híkuri. Cuando empiezo ese viaje y que de manera personal establezco para mí mismo que se acabó el Infrarrealismo, pensé que ya no era necesario hacer un grupo, que lo que importaba era la honestidad y la convicción personal de creador. Lo importante era el poeta convencido, con una convicción de su obra, de su creación.
I. C. O: El infrarrealismo después de la diáspora ¿qué es?
J. V. A
: En esto coincido con Bolaño, se acabó, ya no hubo Infrarrealismo. Porque los veinte fundadores se fueron a hacer diferentes cosas, Mario fue el único que mantuvo la palabra, la idea, los mitos y luego Bolaño alimento los mitos con sus novelas también. Pero ya no era el grupo original, ya no se plantearon las mismas cosas, ya hasta se había perdido memoria de lo que se había hecho y dicho, a tal grado de ese error de no detectar que había habido tres manifiestos, yo fui el que vine años más tarde a sacar a la luz que estaba el manifiesto de Mario Santiago. Yo tengo el original que él me dio y tengo el mío también.
I. C. O
: ¿Cómo defines al poeta Mario Santiago?
J. V. A
: Mario Santiago fue un buen poeta, pero en mi opinión personal no llegó a madurar. Viendo un texto largo de Mario Santiago puedes encontrar cosas muy apasionantes, bellas, imágenes, formas literarias hermosas, de alguna manera sugerencias de dimensión de lenguaje poco manejas o no manejadas en la época, y desde ese punto de vista un buen poeta del momento, pero luego hay momentos en que se caen, de pronto aparecen los lugares comunes o una serie de cosas que uno varía como fallas; muchos de los primeros poemas se podrían calificar así, a lo mejor también algunos míos que yo no los veo porque nadie ve la paja más que en el ojo ajeno. Pero, ya debemos estar lejos de que el poeta con la mera vida bohemia, la borrachera, el desmadre ya con eso logra intensidades. No creo en el poeta maduro que envejece, y abomina el pasado, y que se institucionaliza, creo en el poeta maduro como el que logra una obra de mayor peso, intensidad, formas, propuestas poéticas; Mario no llega a eso, ni de hecho Bolaño, Bolaño por eso se inclinó más por la prosa, Bolaño tal vez maduró más en la prosa que en la poesía.
I. C. O: Este interés creciente sobre el Infrarrealismo, en mucho provocado por la narrativa de Roberto Bolaño, se podría capitalizar a favor del mismo movimiento con la redición de la obra de los infrarrealistas, esto para que se pueda dar una valoración literaria de lo que hicieron.
J. V. A: Precisamente los mitos le hacen más daño al infrarrealismo, porque esos mitos no son la literatura, no son la obra, no son los poemas. Creo que es tiempo de hacer una voluminosa reunión de poemas del infrarrealismo, de ser posible de todos los libros, para que el lector tenga idea de que lograron o que no alcanzaron a lograr o que no alcanzamos con la propia obra poética. Y eso sería realmente darle un lugar al Infrarrealismo, ubicarlo, aunque sea tardíamente, pero también hacerle justicia como grupo de poetas; que yo creo que si fue importante porque cuestionar el status quo no es cualquier cosa, pero además cuestionarlo a la vez que estás creando. Porque a final de cuentas el status quo es el periodo de lo muerto, de lo estable, de lo que ya no propone novedades, es engolosinarse y creer que ya se tiene lo máximo.
Un académico podría, tal vez, hacer tabla rasa de los poetas infrarrealistas en términos de que no logran una gran poesía, pero la poesía del momento tampoco fue una gran cosa, yo creo que había más clichés en la poesía que podemos identificar como oficial que la de los infrarrealistas, y todos siendo poetas de la misma edad y de la misma generación.
I. C. O: ¿Qué opinas de estos infrarrealistas recién llegados, que ahora hacen lecturas de poesía bajo el alo del presente boom del infrarrealismo?
J. V. A
: Es como no hacer nada por construir un vehículo, pero cuando ya está el vehículo te subes a él. Es gente que no participó de la construcción, por lo menos participar en las reuniones, escribir poesía, participar en lecturas; no participaron en la discusión de por qué hacer un manifiesto o cómo hacerlo, ni se enteraron que existieron los manifiestos. Entonces no participaron en la construcción, sino que de pronto algo que ya estaba construido, aunque en este caso ya era un vejestorio, lo echaron a andar otra vez y se subieron al carro. Lo echó a andar precisamente la obra de Bolaño, a él hay que darle las gracias que en muchos países se hable, se indague y se interesen en buscar que fue y que hicieron los jóvenes poetas que se llamaron infrarrealistas.
A esta actitud yo la llamaría oportunista, cuando pienso que el infrarrealismo tuvo un momento de diáspora y se acabo, es porque ya había que seguir otros caminos, y es lo que creo que hicimos, por eso fuimos a diferentes lugares o hicimos distintas actividades, porque ya era otro el camino que había que buscar. Pero esta gente no está en ese camino, la inercia que creo Mario Santiago de continuar esa especie de bohemia citadina, aparentemente contestataria, fue lo que hizo que gente que ha venido después se considere infrarrealista. Y la versión reciente que tengo, que le digo a muchos amigos que ahora uno se encuentra un infrarrealista hasta debajo de las piedras, es que literalmente hay gente que muchos años después por haberse emborrachado con Mario Santiago, por haber sido su amigo por unos meses o por haber andado con él en las broncas de las cantinas, entonces se dicen infrarrealistas también. Creo que lo mejor que pudiera hacer esa gente y lo más honesto es tal vez llamarse neo-infrarrealistas, pero no infrarrealistas; es un intento de volver hacer otra cosa con aquel principio, pero como se ha dicho a lo largo de la historia nunca segundas partes fueron mejores. Se dio un fenómeno tan curioso dentro del grupo que hace la página web, estos neo-infrarrealistas, cuando yo empecé a dialogar con uno de ellos por Internet, a propósito de los manifiestos yo les mande a decir que había dos más y que disponían de ellos, un día un argumento fue que la lista de infrarrealistas de la página fue porque Rebeca dijo que así era, yo no sabía quién era Rebeca; apenas hace unos meses me enteré de que fue la última compañera con que vivió Mario Santiago. Es absurdo eso, como que ella es quien tiene la memoria del infrarrealismo.
Creo que no deberían llamarse ya infrarrealistas y tal vez en la línea que están empezando a hacer llegar a tener una mejor obra, empeñarse en delinear una estética o situar que planteamientos son los que los unen, pero ya no pueden ser lo que escribimos en los tres primeros manifiestos, porque esa ya es otra historia. Además no puede ser que la gente piense que treinta o veinticinco años después se está reviviendo algo.
I. C. O: ¿El Siguiente paso para el infrarrealismo es editar su obra completa?
J. V. A
: Sí, en términos de que no sobre salgan los mitos sino los hechos reales y ubicarlo y darle su crédito al grupo como poetas que dejaron una huella, porque la huella está, es más la huella es tan importante que aunque todo el status quo estuvo en contra del infrarrealismo, no importó.
*Texto incluido en el número 5 de Viento en vela (septiembre 2006)

domingo, abril 15, 2007

Revista Viento en vela #5 (Nueva época)


Este es el número del Primer aniversario de la revista Viento en vela (Septiembre, 2006), que coincidentemente marca la nueva época de la revista. En esta ocasión el número estuvo dedicado al movimiento Infrarrealista, movimiento poético surgido a mediados de los años 70 en México y que enfrentó al establishment poético que ya había erigido como patriarca a Octavio Paz. Más allá del mito que se ha creado alrededor de este grupo este número especial de Viento vela busca presentar elementos que dejen a un lado la mitología y nos lleven a una valoración de la obra. De tal forma presentamos el trabajo poético de dieciséis poetas infrarrealistas. Las plumas que nos acompañan para dilucidar el fenómeno del infrarrealismo son las de José Vicente Anaya, Marco Lara Klahr, Fernando Villagrán, y por los mismos infrarealistas con sus manifiestos; este trabajo fue coordinado por el poeta y ensayista Iván Cruz Osorio (Ciudad de México, 1980). Esta edición es uno de los documentos impresos más completos acerca del movimiento infrarrealista.


CONTENIDO


  1. Desnudos al sol de medianoche (por Iván Cruz Osorio)

  2. Déjenlo Todo, Nuevamente. 1er. Manifiesto infrarrealista (de Roberto Bolaño)

  3. Entrevista con José Vicente Anaya (Por Iván Cruz Osorio)

  4. Muestra de poesía infrarrealista (Poemas de José Vicente Anaya, Roberto Bolaño, Pedro Damián Bautista, Juan Esteban Harrington, Mara Larrosa, Vera Larrosa, Rubén Medina, Cuauhtémoc Méndez, Ramón Méndez, Víctor Monjarás-Ruiz, Bruno Montané, Guadalupe Ochoa, José Peguero, Lorena de la Rocha, José Rosas-Ribeyro, Mario Santiago). Selección de Iván Cruz Osorio.

  5. Roberto Bolaño habla del infrarrealismo (Por Fernando Villagrán)

  6. Por un Arte de Vitalidad sin Límites. Manifiesto infrarrealista (de José Vicente Anaya)

  7. Entrevista a Marco Lara Klahr (Por Iván Cruz Osorio)

  8. Manifiesto infrarrealista (de Mario Santiago)

lunes, abril 02, 2007

¿Quiénes somos? ¿Qué queremos?


VIENTO EN VELA
(Revista sobre literatura y artes plásticas)

La revista Viento en vela es un proyecto editorial colectivo realizado por un grupo de jóvenes escritores que tiene como propósito fomentar el trabajo artístico tanto en artes plásticas como en literatura.
La revista se fundó en el año 2005, bajo la dirección de la Doctora Eugenia Revueltas. Bajo esta dirección se realizaron los cuatro primeros números, cuyo propósito principal era funcionar como un espacio alternativo para la difusión de la obra de artistas noveles en el escenario cultural de nuestro país. No obstante desde el inicio el proyecto ha tenido una mirada autocrítica, en el número 5 esa característica trascendió y obligó a un replanteamiento del modo de trabajo. Así, se planteó una revista basada en la crítica y la investigación del panorama cultural actual.

Hoy en día, la revista constituye un espacio independiente que tiene como base dos misiones: la publicación de nuevos autores (en su mayoría jóvenes), que demuestran calidad literaria, y carecen de espacios para exponer su trabajo. Simultáneamente, ejercer una crítica responsable que dé cabida a aspectos, corrientes, y autores poco explorados por la tradición artística latinoamericana. No obstante la mirada que se ofrece es la de jóvenes profesionistas, ésta se halla sustentada en el contacto y las colaboraciones de estudiosos y creadores consagrados. Así, se origina la búsqueda de una nueva perspectiva del mundo literario y plástico actual, pues se consideran a los artistas que están desarrollándose actualmente, así como a sus maestros y posibles influencias.


Ante la falta de espacios para la divulgación artística, Viento en Vela surge como un proyecto editorial que progresivamente ha obtenido una mejor calidad, tanto en su edición como en su contenido, que lo acerca a cumplir más cabalmente la misión planteada: establecerse como un espacio de divulgación y crítica, que aporte nuevas perspectivas al panorama cultural de nuestro país. Ello ha traído como consecuencia que la revista ampliara sus canales de distribución al ser aceptada como producto distribuido por la empresa Zafra en las librerías Educal y Gandhi de todo el país, con lo que el posible público lector se amplía constantemente, abarcando diversos sectores de la sociedad mexicana, por manejar un lenguaje y un precio (20 pesos) accesibles.